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Francisco José López Villa
Francisco José López Villa
21 de Febrero de 2019, 20:40

La isla de las dos colinas (3)

Breo, mi padre y yo bajamos a la playa a recibir a Máximus y sus amigos romanos.

De la nave gaditana que los traía , llegaron varios botes cargados con hombres cona specto de guerreros y marineros. A nosotros nos interesaba el bote donde venía Máximus con sus acompañantes: un hombre alto y dos sacerdotes, con la cabeza afeitad y quemada por el sol y la salitre del mar.

Nos metimos en el agua , para ayudar a sacar el bote, mientras bromeábamos con nuestro amigo, a ver quien tiraba más.

Tras las presentaciones, de rigor, me enteré que el romano se llamaba Cayo y pertenecía a la familia Julia, muy importante en Roma, y que los sacerdotes pertenecían al culto de Ianus, uno de sus diose más poderosos.

Mi padre acompañó a nuestros visitantes hacia el Monte Alto de la Isla de las Dos Colinas, sobre la Bahía de la Reunión.

Allí aguardaban nuestras Mouras y sus acompañantes, junto a algunas Meigas que querían conocer a esos extraños de cabeza rapada.

Mientas, de las naves gaditanas que los traian, comienzan a bajar guerreros con fardos de mercancías . Traían cerámicas, objetos de cristal, adornos, telas y herramientas de hierro para trabajar la madera , la tierra y la piedra.
Durante los dias de las Fiestas de Taltiú participaron en nuestros Juegos y competiciones, comerciaron e intercambiaron sus objetos por oro y otros minerales.

Al mismo tiempo nuestras meigas hablaban con sus sacerdotes . Yo no podía hablar en estas conversaciones, pero , gracias a mi padre, sus influencias y , mi adolescencia las meigas me toleraban a su alrededor, y las oía. Hablaban de un dios con dos caras al que llamaban "Ianus", que era el señor de las puertas que guardaban la entrada al pais de los muertos. Una de sus caras miraba a la salida del Sol, al Solsticio de Invierno y a la puerta de la Vida. La otra miraba a la puesta del Sol, al Solsticio del Verano, la puerta del Inframundo.
Hablaban de completar el Camino del Sol, al que llamaban Decumanus, marcando la entrada al Pais de los Muertos.

Hablando en nombre de su Sumo Pontífice pidieron permiso, para que sus peregrinos pudiesen venir a completar el camino a nuestras tierras a cambio de comercio y una paz duradera.

Desde lo alto del monte, veía como el llamado Cayo no dejaba de mirar a su alrededor. Se le veía nervioso y preocupado, observando la mezcla de razas y pueblos que allí veía.
Hombres y mujeres de pueblos desconocidos, con adornos de oro y plata que incitaban su codicia, que vestían púrpuras y extraños tejidos ligeros como el viento.

Días más tarde, mi padre me dijo que Máximus estaba preocupado por lo que Cayo le había confesado:
Según éste, el aspirante a Cónsul le había dicho:
-"Debo recoger toda la información posible acerca de estas gentes, descubrir de dónde traen tantas riquezas y como las consiguen."
"Tú Maximus, guardarás el secreto de este viaje, nadie, salvo los que aquí estuvimos sabremos la verdad. Cuando informe al Senado de este viaje, como manda la costumbre de los patricios, ya inventaré algo que parezca plausible".
"Cuando sea cónsul, y lo seré, pediré el consulado de Hispania y lanzaré la mayor campaña de conquistas de la historia de Roma".
.....

Por hoy debo parar, apagaré la vela y me esconderé del hermano que revisa los pasillos. Ya debería estar durmiendo.
Y debo evitar, por todos los medios, llamar la atención.