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romi
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El joven que se convirtió en otoño

24 de Septiembre de 2011 a las 13:31

Bubok

El joven que se convirtió en otoño

            En aquellos tiempos, cuando por los jardines de la Alhambra se paseaban los reyes, príncipes y princesas, por estos sitios ocurrió una historia digna de ser contada. Solo algunas personas tuvieron conocimiento de los hechos, en aquellos días, y no todos supieron la realidad completa. El rey, sí y el protagonista de la leyenda, también. Las cosas ocurrieron de este modo:

            Uno de sus lugartenientes, le dijo al rey de la Alhambra:

- Majestad, un amigo mío  que viven en un país lejano, tiene un hijo que se pasa el día pidiéndole venir a Granada.

- ¿Y para qué quiere venir a esta ciudad?

- Ha oído él mil maravillas del barrio del Albaicín y de la Alhambra y las personas que viven por aquí y, por eso, se muere en deseo de conocer y ver todo esto.

- Y tú ¿por qué me lo cuentas a mí?

- Es que mi amigo es muy rico y un día me pidió que se lo dijera a usted por si tiene la bondad de hacer algo para que su hijo realice su sueño. Me dijo que se lo pagará crecido, porque riquezas tiene de sobra.  

- ¿Te gustaría que yo hiciera algo por este joven?

- Sería el mejor regalo que pudiera acceder a este amigo. 

            Y el rey dios órdenes para que el hijo del hombre rico viajara y se viniera a vivir a Granada. Con la única condición de que nadie dijera al joven nada de la bondad de este rey. Estuvieron todos de acuerdo y, a los pocos días, el joven salió de su país, dos días más tarde llegó a Granada, se instaló en una lujosa casa que el rey ordenó acondicionar, en el lugar más bello del Albaicín, frente a la Alhambra y cerca de las aguas del río Darro. Y nada más llegar a estos lugares, lo primero que hizo, fue saludar a los vecinos. Estos extrañados, correspondieron a sus saludos y le decían:

- Aunque usted sea extranjero, considérese el mejor amigo nuestro. Y, aunque nosotros seamos pobres, piense desde hoy que todo lo que tenemos, es suyo.

Agradeció el joven estos detalles y a los pocos días, comenzó a ir a las casas y sitios del trabajo de unos y otros. Principalmente con los que tenían algunas tierrecillas por la orilla del río Darro, sembradas de árboles frutales y hortalizas.

            Cada mañana, madrugaba más que nadie, se ponía en la puerta de su casa y en cuanto veía acercarse algunos de los vecinos o conocidos, le decía:

- Hoy me voy contigo a tu huerto.

- Pues súbase en mi borriquillo para hacer el camino.

- Te lo agradezco pero mejor tú vas subido y yo hago el camino andando. Así disfruto más mientras me explicas todo lo que te vaya preguntando.

- Pues como quiera pero, mi borriquillo, las tierras de mi huerto, las hortalizas que ahí se crían y las frutas, considerarlas en todo momento como si fueran suyas.

- No lo olvido.

            Y el joven, conforme iba por los caminos, al encontrarse con unos y otros, los saludaba, les preguntaba por la familia, o los animales, por los frutos de sus huertas… Todo le correspondían siempre con la mayor sinceridad y esto hizo que poco a poco, la confianza aumentará y también el respeto y amistad entre unos y otros.

           Cuando el joven estaba en las tierrecillas de los huertos, muchas veces se paraba junto al agua de la acequia y ahí se quedaba mundo durante mucho rato. Lo mismo hacía cuando se iba la corriente del río y cuando cortaba tallos de romero en el monte de la ladera. Los amigos y vecinos, a veces le preguntaban:

- ¿Por qué te interesas tanto y de este modo por estas cosas tan simples?

- Precisamente por eso porque son simples y a la ves tan hermosas y llenas de misterio. ¿No te gusta a ti la caricia de vientecillo?

- Claro que sí. Y me gusta oír la lluvia cuando cae, el canto de los grillos, el brillo de las estrellas del cielo y los colores de la primavera. ¿Pero qué se puede aprender de todo esto?

- Yo no me pregunto nunca lo que puedo aprender sino lo que siento y las maravillas que estas sencillas cosas reflejan. Son como espejo de lo mejor de cada ser humano y como señales del cielo hacía el que todos caminamos.

            Algunos vecinos no llegaban a comprender la forma de ser de joven pero todos decían:

- Es de los nuestros. Siempre está con nosotros, siempre nos trata con respeto, siempre comparte lo que tiene, siempre procura enseñarnos lo bello de la vida, las cosas y las personas. Como él, nunca hemos conocido a otro.

Llegó a oídos de una de la princesa de la Alhambra, los comentarios que los vecinos hacían del joven. Y como ella no lo conocía, preguntaba a las criadas y soldados. Cuando las criadas dijeron a la princesa que el joven paseaba por alguno de los jardines o caminos de la Alhambra, ella se iba a su torre, se asomaba a la ventana y se ponía a mirarlo. Desde lejos, intentarlo verlo y observar lo que hacía, a dónde iba, con quién hablaba y dónde se paraba. Y la princesa, sin compartir con nadie nada, según pasaba el tiempo se sentían más y más atraída por el joven. Sí, a su doncella de confianza, le decía:

- Lo que oigo de él, seguro que es cierto. Cada vez que desde mi ventana lo observo, mi corazón se acelera y el alma se me llena de sueños. Por eso me gustaría conocerlo más de cerca. ¿Qué podríamos hacer?

Y la doncella le decía:

- Tengo oído que planea algo novedoso y espectacular para compartir con sus amigos, el mismo día que llegue el otoño.

- ¿Y qué es?

- Ni yo ni nadie lo sabemos pero todos sus amigos lo comentan porque él, desde hace mucho tiempo, lo habla con ellos.

            Esta noticia llegó también a oídos del rey. Y como hacía mucho tiempo que el rey también sabía de su comportamiento con los amigos y vecinos en el barrio, ya estaba preocupado. Por eso un día le dijo a su amigo, amigo del hombre rico:

- Me temo que un día de estos tendremos que expulsa de estas tierras, a este joven.

- ¿Y eso porque, majestad?

- No me gusta nada lo que hace y comparte con sus vecinos y conocidos porque, poco a poco me está quitando protagonismo. Las personas creen en él y lo quieren más que a mí y por eso temo que algún día se apodere de mi reino y me destierre.

- Pero majestad…

- Y la gota que ha colmado el vaso de mi paciencia es la noticia de ese acontecimiento que prepara para el día primero de Otoñ. ¿Qué sabes tú de eso?

- Se rumorea mucho pero nadie sabe nada concreto. Al parecer es un secreto suyo para con sus amigos a los cuales dice va gustarle mucho.

            Unos días antes de la llegada del otoño el rey ordenó que el joven fuera expulsado de Granada. Unos criados del rey le dieron la noticia y, a partir de ese momento se llenó de tristeza. No dijo nada a nadie para evitar preocupaciones pero la noticia se corrió por entre todos sus vecinos y conocidos. Tan rápidamente y con tantos detalles que hasta llegaron a saber qué día y hora iba a ser expulsados de Granada. Por eso, aquel primer día de otoño, al amanecer, muchas personas se concentraban en la puerta de su casa, a un lado y otro y por todas las laderas del Albaicín y también por las orillas del río Darro. En la Alhambra, el rey observaba desde una de las torres y la princesa, miraba por su ventana. Porque en sus corazones, unos y otros, intuían que aquel primer día de otoño, podría ocurrir algo nunca visto en Granada.

            Lucía el sol a media altura sobre el cielo y por encima de la Alhambra, cuando el joven, salió de su casa. Portando solo unas alforjas y un palo en la mano, dispuesto irse de Granada, tal como el rey se lo había pedido. Y al asomarse a la puerta y ver a tantas personas, todos en silencio y como esperando, el joven se extrañó. Saludó a unos y a todos dijo:

- He sido expulsado y, para bien de todos, me marcho. Os agradezco vuestro cariño y respeto para conmigo. A todos os quiero y por eso no deseo que nadie se ponga triste.

Uno de los allí concentrado, al frente de todos los demás y en nombre del grupo entero, se adelantó hacia el joven y le dijo:

- Tú has sido el más bueno con nosotros. No queremos que te vayas. Nadie nos enseñó nunca las cosas que tú sí. Por eso pensamos que Granada y todo lo que por aquí hay, ya te pertenece más que a nadie. Hoy ya es el primer día de otoño que tanto tú has deseado compartir con nosotros. No queremos que te vayas.

            Otra vez agradeció el joven las muestras de cariño y al mirar para la Alhambra y ver a la princesa asomada a la ventana, se extrañó. Saludó con mucho respeto a unos y a otros y comenzó a caminar calle abajo hacia el río, con la intención de seguir y alejarse para siempre de Granada. Todos lo miraban con el aliento contenido y sin pronunciar palabra mientras notaban que sus corazones de iban llenando de tristeza. Y de pronto notaron y vieron como, según se alejaban, el otoño aparecía. Primero en pequeñas ráfagas de viento algo frío, luego en nubes blancas y negras por el cielo, después en hojas ocres que caían de los árboles y el viento las arrastraba y luego en lluvia y más frío. Todos regresaron poco a poco a sus casas, tristes y melancólicos.

            Y aquel día, al siguiente, un mes más tarde y todos los años que siguieron, cada vez que llegaba y llega el otoño a estas tierras de Granada, muchas personas continuaron y aun continúan sintiéndose tristes y vacíos en sus corazones. Algunos dicen que estas cosas son propias del otoño pero otros piensan que es por el destierro y ausencia de aquel joven bueno.

- Amaba tanto a Granada, a las personas que viven aquí y a la princesa misteriosa de la Alhambra que, en forma de otoño, para siempre se ha quedado por estos lugares. Por eso el otoño es tan misterioso y encierra tanta magia por entre los jardines de la Alhambra, riberas del río Darro y barrio del Albaicín.