En Memorias de una diosa, la realidad supera la ficción, invita al lector a abrir una puerta invisible entre el pasado, el presente y el futuro. Esa puerta será la que conducirá a vivir una aventura apasionante entre varias dimensiones, sin garantizar que más de una ocasión uno pueda hallarse envuelto entre vendas y sarcófagos. Una diosa, una mujer, atrapadas ambas en un mismo cuerpo físico. Apasiónate con esta maravillosa oportunidad de conocer más allá de lo que crees saber. ¿Te gustan los retos? Pues adelante, estás en tu casa.
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La pintora Kathy Marín propone un salto al vacío, un absoluto desafío intelectual, con una obra que descubre la divinidad latente en el lector. Desde una perspectiva femenina.
No es ninguna casualidad que sea la figura de una diosa la que encarna el protagonismo de la ópera prima literaria de Kathy Marín. Conocida como La pintora de Ingenio, esta peculiar y aplaudida artista protagoniza un (meditado) salto al vacío con la publicación de Memorias de una diosa (Editorial Universo de letras, Grupo Planeta), una prodigiosa obra que propone al lector un reto mayúsculo: descubrir la partícula divina que porta en su interior. Para lograrlo, la autora salpica las páginas de una narración sorprendentemente madura para ser una ópera prima con la aparición de numerosas láminas, de su autoría, que permiten visualizar conceptos tan etéreos como el sentimiento de pertenencia, el conocimiento de nuestro cuerpo físico y la revelación de nuestra verdadera identidad.
En una ocasión, Kathy admitió que ha regalado multitud de cuadros, «tan sólo por disfrutar en directo de la experiencia de escudriñar las expresiones de los agraciados cuando recibían esas obras». La necesidad de entender el impacto que el arte provoca en las diferentes almas es, de hecho, un concepto sobre el que pivota el libro que ahora nos propone. Bien es cierto que la narración se revela áspera por momentos, pero no lo es menos que el goce de conectar con el mensaje que nos transmitirá su lectura hará que el aparente camino de espinas haya merecido la pena. La comprensión genuina bien merece un peaje.
Precisamente por eso, para endulzar el tránsito por un libro que habla al lector cara a cara, aparecen esas magníficas obras pictóricas. Constituyen un oasis donde descansar y recobrar fuerzas para lo que viene. El futuro, ya se sabe, no es más que lo que va a suceder. Kathy nos propone que no le opongamos resistencia y que lo afrontemos con la actitud de una diosa. Una diosa consciente de serlo, aunque se encuentre atrapada en el cuerpo de un ser humano ordinario.
Nada es casual. El despertar se produce cuándo y dónde está previsto que así sea. Memorias de una diosa funciona como un aldabonazo para el lector. Si el libro ha caído en sus manos, usted entenderá que ése era el momento adecuado para una lectura transformadora. Es difícil no mudar de piel después de comprender nuestro auténtico carácter de dioses dormidos. Formalmente, este objetivo tan ambicioso se consigue con una ingeniosa (cómo no) combinación diversos géneros: el novelesco, el propio de un diario personal y también el de un ensayo filosófico-intuitivo.