El secreto del embrión

Dejo, en estos versos, muchos recuerdos. Pertenecen a momentos dispersos, durante la gran metamorfosis que experimenté convirtiéndome en madre. Una metamorfosis que no sólo sucedió en mi cuerpo, sino en todo lo que me rodeaba. Los comportamientos cambiaron. Las miradas cambiaron. Los abrazos casi se extinguieron. Me sentí muchas veces en un lugar desconocido y hostil, con un bebé-sol agarrado a mis pezones y una multitud de dedos criticones y malpensados, incapaces de empatizar.

Maternidad. Y, ¿qué es maternidad? Y, ¿por qué cuesta tanto hablar de maternidad? ¿Cómo puede ser que nuestras sociedades no estén preparadas para abrazar ni valorar a las madres? ¿Cómo puede ser que sigamos sometiéndonos a un engranaje que nos censura por tradición? Las tradiciones tóxicas necesitan airearse, transformarse, desquitarse de dogmas y otros despojos violentos; sobre todo, necesitan morir y quedarse en el almanaque educativo de lo que no nos hace bien.

El secreto del embrión rompe y habla y recorre pasadizos olvidados y secretos, recovecos abandonados, arrinconados y sorprendentemente desconocidos. Insiste y ahonda y abre puertas; desentierra.

Hablar de maternidad es hablar de lo que somos y de quiénes somos, significa cuestionarnos y conocernos. Se trata de la característica más representativa de nuestra clase animal. Somos mamíferos. Debemos hablar. Debemos seguir hablando.  No hay mayor retraso ni mayor violencia que los provocados por la ignorancia voluntaria.

Abrir nuestras mentes no es un simple acto efímero sino una forma de vida.