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antoniovinas

Pese a lo que popularmente tiende a creerse, es inexacto suponer
que estos contratos fueron siempre detentados por simples
campesinos. Ya desde fines del siglo XVI se observa una
cierta tendencia a que los grandes propietarios, en lugar de
aforar sus tierras a humildes labriegos, lo hicieran a escribanos,
miembros del clero local y sobre todo hidalgos, realidad que se
consolida en las décadas siguientes. Estos grupos sociales, en
lugar de trabajar directamente las tierras aforadas, tendieron a
actuar como intermediarios subarrendándolas a su vez a campesinos
a cambio de sustanciosos beneficios, generalizándose
de este modo la práctica de subforo, que volvía a reproducir las
características del contrato foral inicial.
Gracias a este sistema, la hidalguía campesina, adscrita a
la tierra, es decir, que vive de y en el campo, poseedora de
sus tierras y detentadora de numerosos subforos, va a experimentar
un considerable aumento de su poder económico,
que revierte en unas mejores condiciones de vida, y también
en la potenciación de su actividad edílica, buscando
quizás emular el modo de vida de la alta nobleza. En una
palabra, se convierte a lo largo de la Edad Moderna en un
colectivo rentista y emergente cuya principal fuente de riqueza
radica en las rentas procedentes de la tierra y que será
el principal responsable de la construcción de numerosos
pazos, que se convierten en su morada más representativa.
Obviamente, junto a ella, la Alta Nobleza constituida
por los grandes linajes aristocráticos, como los Lemos, Andrade,
Altamira, Sotomayor, etc., en muchos casos, desvinculada
ya de sus casas solares y sometida a un evidente proceso
de castellanización, pero beneficiaria también de las
mejoras agrícolas que se experimentan en las tierras de su
propiedad, ayudará al desarrollo de la arquitectura pacega,
al emprender la ampliación y mejora de sus casas solares.