¿Cómo aventurarse a hablar del futuro? ¿Dónde encontrar palabras para describir y ojos para mirar? ¿Cómo no trizar o seguir profundizando los surcos de una realidad? ¿Tal vez al hablar de educación sea necesario un borrón e ideas nuevas?
La maestra María-Milagros Rivera Garretas en El amor es el signo: educar como educan las madres (2012) nos deja un rastro de ideas, que al igual que migas en el bosque, orientan nuestro caminar, nos guía en medio de sombras de incertidumbre que espantan, revela cómo desde el amor y la reivindicación, la oscuridad solo es una oportunidad para seguir mirando las estrellas. Como muchas mujeres, ella, junto a las pensadoras, a nuestras madres, abuelas y amigas, nos muestran un modo de transitar, siendo sus huellas las que nos llevan a la casita de dulces, donde nos espera la bruja, pero ya no tememos, la reconocemos en su autoridad (de ‘augere’), talento, que se relaciona consigo misma y las demás.
Ante este momento de incertidumbre, en donde todo ha sido iluminado con otra luz, mujeres y hombres han sido capaces de despertar sus lenguas para que hablen desde nuevos códigos, manifiesten sus rabias y alegrías. Una historia de violencia ha sido puesta en tensión y se trabaja para construir otras versiones de nuestro futuro, donde las/os nuevas/os llegadas/os al mundo puedan vivir, en alegría y libertad...