Hoy en día debido al envejecimiento de la población, es más elevado el ingreso hospitalario de personas de mayor edad y por supuesto, del ingreso en Unidades de Cuidados Intensivos.
Ya sabemos que la hospitalización produce un deterioro funcional importante en los ancianos. Este deterioro es motivado tanto por la aparición de complicaciones durante la hospitalización (consecuencia del tratamiento recibido), como debido al propio proceso del envejecimiento (disminución de la fuerza muscular y de la capacidad aeróbica, inestabilidad vasomotora, reducción de la masa ósea, reducción de la ventilación pulmonar, etc.). El grupo de ancianos que a priori tiene un mayor riesgo, es aquél en el que la gravedad de la enfermedad condiciona el ingreso en una unidad de cuidados intensivos (UCI), debido tanto a la mayor intensidad terapéutica como al elevado riesgo de complicaciones asociadas. Este tipo de paciente necesita unos cuidados y tratamientos específicos adecuados a su edad.
Es importante tener en cuenta aspectos de autonomía funcional y calidad de vida para evaluar los resultados del ingreso de ancianos en la UCI. Para ello, es necesario utilizar escalas cuantitativas validadas en esta población, que evalúen la independencia en las actividades de la vida diaria (AVD) y que nos permitan monitorizar el grado de autonomía funcional de los pacientes antes, durante y después del ingreso en la UCI. En esta obra, conoceremos un poquito más al Paciente Geriátrico en UCI.