Cuando hace ya unos años por sugerencia del profesor Navarro Valls- comencé a estudiar sobre los temas que aparecen en este trabajo, llegué a la intuitiva conclusión de que la calidad de una democracia puede medirse por el grado de participación de sus ciudadanos. Echando un vistazo a la historia, comprobamos que los grandes logros y avances realizados en lo referido al respeto de los derechos humanos de todos, se han alcanzado por el empuje de una serie de ciudadanos que se han dado cuenta del poder que tenían para cambiar lo que no iba bien en una sociedad. Si la democracia es el gobierno del pueblo, podemos concluir que cuanto menos intervenga el pueblo en los asuntos de un país, menos democracia hay en esa nación. Los ciudadanos tienen el derecho de intervenir en la vida pública no sólo cuando eligen a sus representantes, sino cada vez que consideran que pueden aportar algo a la sociedad mediante acciones, propuestas o denuncias conforme a los cauces democráticos.