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Magalie me llamó, desde Francia, para contarme que buscaba ardientemente a alguien que escribiera la historia de su vida, y se presentó como una joven de sólo 19 años, y ciega casi de nacimiento, mi primera impresión fue casi de estupefacción, e incluso, de cierta desconfianza.
Nunca me había imaginado realizando una biografía de alguien varios años menor que mi propia hija, y temí estar ante una chica un tanto atolondrada, embarcada en una fantasía infantil, y banal.
Pero en las conversaciones e intercambios de e-mails que siguieron, mientras evaluaba el proyecto, ya pude apreciar que mi interlocutora tenía una mente muy bien ordenada, y denotaba una madurez bastante superior a la cronológica.
Su casi perfecto dominio del idioma español, venía a cimentar esta impresión.
Y cuando empecé a conocer los primeros datos significativos de la historia de su vida, tuve ya la seguridad de encontrarme ante una historia que, --como me había asegurado--, valía mucho la pena conocer.
Acordé llevar a cabo su proyecto, y, ni corta ni perezosa, Magalie contrató vuelos y hotel, y viajó, perfectamente sola, a Madrid.
Después de haberla conocido en persona, y haber compartido con ella, varias horas de conversación en una habitación de hotel, (Y algunos cafés en locales cercanos), confieso estar deslumbrado por la personalidad de Magalie, y sentir hacia ella, una gran admiración.
Conocer los sombríos detalles de la infancia que padeció, en medio de unos padres merecedores del mayor de los desprecios, y aun de la pena de presidio; escuchar de sus labios, las limitaciones que hubo de encarar desde niña por esa ceguera provocada por los malos tratos, me ha conmovido profundamente.
Como también, las decepciones sentimentales que, --tal vez, en un plano ya más asimilable al resto de los humanos--, hubo de atravesar, atrapada en esa hipersensibilidad que, posiblemente, es común a las personas que carecen del sentido de la vista.
Pero al tiempo que me impactaba y conmovía con su relato, también nació dentro de mí, una admiración creciente hacia la valentía y el arrojo de una joven empeñada en combatir sus limitaciones, y acercarse tanto como pueda a los objetivos que se ha marcado como persona, afrontando riesgos ciertos, (Su mismo viaje a Madrid lo era...), y pagando, a veces, un alto precio por sus errores de cálculo.
Una joven que es capaz de presentarse ante la vida, con un sentido del humor y una jovialidad sorprendentes, en alguien que ha tenido que padecer episodios que parecen sacados de alguna de las novelas de Dickens.
La historia de Magalie viene a ser, para mí, otra muestra, --Una de las más descarnadas--, del desorden radical que envuelve el mundo, y de la presencia cierta de la maldad entre nosotros.
Pero también, y por fortuna, de la existencia de tantas personas que ennoblecen el género humano, y de la capacidad de superación personal frente a la adversidad, de la que ella es un modelo destacado.
Ella ha sido para mí, más que una clienta.
Espero poder considerar que somos amigos.
He afrontado la tarea de reconstruir y ordenar literariamente su vida, con un interés superior al habitual.
Sólo espero haber estado a la altura del material tan conmovedor, terrible casi siempre, pero también esperanzado, que ha compartido conmigo.