Esta web, cuyo responsable es Bubok Publishing, s.l., utiliza cookies (pequeños archivos de información que se guardan en su navegador), tanto propias como de terceros, para el funcionamiento de la web (necesarias), analíticas (análisis anónimo de su navegación en el sitio web) y de redes sociales (para que pueda interactuar con ellas). Puede consultar nuestra política de cookies. Puede aceptar las cookies, rechazarlas, configurarlas o ver más información pulsando en el botón correspondiente.
AceptarRechazarConfiguración y más información

mikaelasong

 Tan habituales son, que no tienen relieve, ni importan a los lectores. Pero detengámonos un momento y observemos a ese señor que acaba de comprar el periódico y ahora está esperando a que los muñequitos del semáforo vayan descontando los segundos: 37, 36, 35… Echa una mirada a la derecha y ve a una mujer, sentada sobre un cojín, apoyada contra la pared, la mano derecha extendida sujetando un cartoncillo, su cabeza escondida entre sus piernas, como sumida en su íntima miseria. El paseante, mira el cartón donde sólo hay siete u ocho monedas de 2, 5, 20 céntimos y deposita una moneda de 50 céntimos. La mujer descubre su cara delgada, enjuta, inexpresiva. Debe de andar por la cuarentena avanzada, pero representa quince o veinte años más.

El semáforo sigue descontando 14, 13, 12… De repente el peatón piensa de nuevo en esa mujer que ha visto más veces en el mismo sitio, en la misma actitud, a veces con visera tapando el rostro. Vuelve a pensar en ella, mete la mano en el bolsillo y encuentra un billete de diez euros. No lo piensa más, se considera un privilegiado ante esa vida rota, le da un toque en la mano para que levante la cabeza: "Tome, le dice, guárdelo" y se aleja antes de que el muñequito de verde que camina deprisa, se detenga.

Se dirige hacia el parking donde tiene su coche, sigue pensando en la mujer de la acera que ha visto más veces en el mismo sitio, pasando horas enteras para poder sobrevivir, si a esto podemos llamarlo ˜vida™. Al pasar de nuevo, ya en el coche, mira hacia el lugar donde habitualmente se sienta y ve sólo el cojín. De repente se extraña, pero inmediatamente se dice: "¡Lo necesitaba!" En esa acera hay decenas de bares, restaurantes, bancos, panaderías, quioscos… Por un momento le pasó por la mente lo que tantas veces ha oído y a él le había excusado por dentro: "Darle dinero… ¿Para qué ¿Para que se lo gasten en vino o en cerveza" En esa ocasión pensó: "¡Ojalá le haya servido para comprar un bocadillo! Lo necesitaba. Pero si se lo ha gastado en bebida, tampoco importa" Hay vidas que es la única manera que encuentran para hacerlas soportables.

Autor del Tema
Jorgee Nvñeez