Foro para escritores de Bubok

Oniria: los relatos no se le explican al lector. Pero uno mismo tiene que ajustar cuentas con lo que escribe. Así que aquí vale que uno se explique.

Siento lo de "dulzón". Pero bueno, conociendo como somos, igual te dió algún voto de más que de menos, por haberlo dicho yo mimmo.

Con la alusión al prostíbulo no quiero decir que sea una historia vulgar. Al contrario, una situación, una historia, que aparece una y otra vez en los relatos, en lo que habla la gente, en la literatura, eso no puede ser una historia banal, eso tiene miga. Podría ser banal o floja la forma de contarlo. Pero tiene pinta de ser un tema eterno (Circe, Calipso, ¿conectan un poco por ahí? Nausicaa, ay Nausicaa, otra mujer desdeñada por un varón virtuoso).

De lo que dices, deduzco aún más complejidad: de qué tipo es la infancia de una mujer que acepta con naturalidad y sin desagrado la violación de su intimidad. Recuerdo algo de las memorias de Doris Lessing: como le molestaba, de niña, el juego de los adultos -sus padres y otros- con ella, el juego de pellizcar, coger, hacer cosquillas. Y D. Lessing lo vinculaba con las mujeres-muñeca en manos de sus maridos, de sus amantes. Mujeres que se dejan hacer. El ejercicio de la prostitución requiere de "algo", psicológicamente, que facilite esa alteración en los límites de la intimidad. ¿Recordais a Julia Roberts en Pretty woman, cómo defiende un reducto de intimidad que es el beso, y eso es lo que le concede a su amado Harrison Ford?)

Si Hieródula es afectivamente fría, no es capaz de establecer vínculos afectivos, ¿de qué naturaleza es "idealizando lo que pudo haber sido porque el individuo “le gustaba”"? ¿qué idealiza? Idealizar es una proyección de la mente. No me casa que quien es un témpano afectivo pueda idealizar a nadie.

Si, fue una faena no darte ningún voto. Y haberte puesto la zancadilla llegando a meta. Lo llevaré toda la vida como una culpa sin expiación posible.

Pero no te descuides ... que el pistoletazo de salida no tardarán mucho en volver a darlo.

Sorry, mensaje duplicado...

Bueno, encendamos la mecha de los cañones y preparémonos para disparar de nuevo.

El placer de tres: No está del todo mal, pero lo siento: me pareció un relato un poco flojo. Creo que abusa demasiado de frases a medio decir, y eso le pega más a mi admiradísimo Joaquín Sabina (Y después, ¿para qué más contaros?/Ya sabeís: copas, risas y excesos...) que a un relato que trata de pasar por erótico.  Además, los tiempos verbales se confunden a lo largo de la narración, lo que hizo que me perdiera un poco y tuviera que releer varias líneas.

Como en los musicales: Un cuento que trata sobre la doble moral. La protagonista no tiene inconveniente en fantasear con un mundo libre de ataduras sexuales, pero se reprime como una mojigata cuando se encuentra con tres chicos que le ofrecen un abrazo gratis. Tampoco está mal, pero no me termina de convencer. La verdad, esa muchacha me cayó muy antipática.

Sólo una vez: Una infidelidad con un inesperado final. Es convincente y sencillo de leer, pero tiene un par de faltas que afean su contenido (ese pillastes le hizo bastante daño). Está bien pero comparado con los relatos ganadores se queda muy atrás.

Lascivia veraniega: La ambientación es genial (una pareja que, por miedo al rechazo y a las habladurías, tiene que ir al pueblo de al lado a comprar preservativos). El problema que le veo al texto es que es un poco redundante y da demasiados rodeos para contarnos una historia que fácilmente podría resumirse en pocas líneas. En mi opinión, habría que pulirlo un poco más.

Barro en los tacones: Al principio le atribuí este relato a Idelosan porque la protagonista me recordó bastante a esa intrépida joven en la que se fija Ónix en la genial Ecos de odio. El caso es que la heroína del cuento tiene un toque a Joanna Dark que me invitó a seguir leyendo. La ambientación es correctísima y el ritmo de la narración se mantiene a lo largo del relato. Muy bien.

Eros y Thanatos: Es, junto a La de lascivias mejillas, uno de los relatos más crudos de esta quincena. La única pega que le veo es que el gusto por lo macabro finalmente lo acaba perdiendo, rayando en la sordidez. Eso sí, el texto está impecablemente escrito y muy bien estructurado. Yo le hubiera dado un "final feliz" al relato, sustituyendo la muerte del marido por un renovado gusto a la sodomía. Lejos de morir, el hombre hubiera disfrutado de esa práctica, para después llevar a cabo con su mujer ejercicios sexuales más extremos. En fin, tendré que ver menos Todos a cien...

Promesas rotas.*