La figura de Jesús de Nazaret, Jesucristo, ha dado forma a la cultura de Occidente durante los últimos dos mil años ya que en torno a su figura se creó después de su cruel muerte por crucifixión, ejecutada por el procurador del imperio romano Poncio Pilato, una nueva religión, el cristianismo.
Las informaciones que nos han quedado de la vida de Jesús están reflejadas básicamente en los cuatro evangelios de la iglesia católica y las demás iglesias cristianas, pero dado que dichos evangelios no reflejan el orden de los acontecimientos que ocurrieron durante su vida ni aclaran nada sobre lo que ocurrió posteriormente, la persona interesada en saber más sobre los hechos históricos tiene que acudir al único historiador de la época, el judío Flavio Josefo, quien después de la derrota de su pueblo y de la destrucción del templo de Jerusalem por las tropas del emperador romano Vespasiano y de su hijo Tito, sobrevivió a la masacre y fue trasladado a Roma, donde se le otorgó la ciudadanía romana y escribió sus dos grandes obras, "Guerras de los judíos" y "Antigüedades judías". En base a estas dos grandes obras históricas se han escrito ensayos apoyados por la información que en ellas está contenida, y esta novela relata los posibles acontecimientos sucedidos según dichos hechos históricos.
No ha sido mi intención escribir una novela de ficción sino lo más cercana posible al desarrollo histórico de los hechos acaecidos en el siglo I. Indudablemente, creer que los acontecimientos se desarrollaron tal como los describo no tendría base real, pero después de varios viajes a la tierra que pisó durante unos 34 años Jesús de Nazaret, recorriendo los lugares por los que pasaba y en los que predicaba, visionando lo que pudo haber ocurrido unos dos mil años antes, creo no estar muy lejos de la realidad histórica, de las actitudes y de los estados de ánimo de los personajes históricos que aparecen.
Al haber escrito la novela con diálogos, he tratado de amenizarla para el lector de tal manera que se sienta imbuído por la personalidad de los personajes. Las citas evángelicas puestas en boca de Jesús están extraídas de los evangelios apócrifos que se han encontrado durante el siglo XX en Nag Hammadi, Egipto, que por no haber sabido de ellos hasta esas fechas, ofrecen una frescura inédita para el lector. No podemos olvidar que de la multitud de escritos sobre Jesús que surgieron después de su muerte, la Iglesia católica solamente aceptó cuatro de ellos a los que calificó como evangelios canónicos, pero muchos otros quedaron ocultos o fueron destruídos. Los descubrimientos de Nag Hammadi, así como los rollos del Mar Muerto descubiertos en las montañas de Qumrán, en Palestina, han dado una visión nueva que he querido aportar en la novela.
El personaje crucial en la condena a Jesús de Nazaret, que ha sido durante veinte siglos odiado y vituperado por la tradición cristiana, el judío celote Judas Iscariote, aparece como lo que probablemente fué, un nacionalista resistente a la ocupación romana que esperaba de Jesús algo más que una predicación espiritual, un liderazgo para encabezar una oposición de su pueblo a la ocupación romana que consiguiera liberarles de ese dominio imperial y devolviera a su pueblo la libertad de la que disfrutaron bajo la dinastía de los Macabeos.
La figura de Barrabás, indudablemente manipulada por los copistas cristianos que fueron añadiendo interpolaciones a los evangelios originales, también aparece como lo que realmente fué, un líder de la resistencia contra el imperio romano, que fue detenido y encarcelado por sus acciones violentas. El canje ofrecido por Poncio Pilatos para liberarle a él o a Jesús de Nazaret, queda reflejado en los evangelios de una manera partidista de cara a culpar a todo el pueblo judío de la crucifixión de Jesús, dado que dichos evangelios se ofrecieron al imperio romano una vez que éste, de la mano del emperador Constantino y después de Teodosio, adaptara la nueva religión, el cristianismo, como religión oficial del imperio. Exculpando de toda responsabilidad al procurador romano Poncio Pilatos en la condena a Jesús de Nazaret, cuando realmente él y solamente él tenía la potestad de condenarle o absolverle, y que por la crueldad que le atribuyen los historiadores, optó por condenarle, los evangelios se podían presentar ante el imperio romano que daba cobijo a la nueva religión de manera que toda la responsabilidad recayera en el pueblo judío.
El verdadero fundador del cristianismo fué un judío fariseo de Tarso llamado Saúl, al que conocemos por Pablo, que con su trabajo de predicación y sus continuos viajes consiguió crear una comunidad de no judíos que aceptaron la doctrina que él les ofrecía, pero no podemos olvidar que Pablo nunca conoció a Jesús personalmente, por lo que predicó de oídas en base a su propia conversión espiritual. Jesús nunca pretendió que en torno a él se fundara una nueva religión que se alejara del judaísmo del cual él era un acérrimo practicante; nació, vivió y murió como un auténtico judío de sangre y de religión.
Sin creer estar totalmente en posesión de la verdad sobre los hechos acaecidos hace casi dos mil años, creo que ofrezco una visión mucho más cercana y real de la que la mayoría de personas tienen a través de la tradición y de los evangelios canónicos.