BABA DE CARACOL

El rastro brillaba como una hilera de lentejuelas escrupulosamente alineadas al sol. Desde la acera de los impares a la de los pares, bajaba salvando [...] Ver libro
El rastro brillaba como una hilera de lentejuelas escrupulosamente alineadas al sol. Desde la acera de los impares a la de los pares, bajaba salvando el desnivel de la calzada, cruzándola como una cinta de plata adherida al asfalto negruzco y granulado. Luego, se colaba a través del portón de un solemne edificio, franqueando una zona que emulaba la prolongación de la calle, y desembocaba en un patio cuajado de luz matutina.
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