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Alberto López González

Caí en Madrid una madrugada del primer día de abril. Ya era primavera pero el cielo seguía amenazando con nubes negras, en apariencia similares a la sombra que te tenía cogida por el cuello desde hacía tres años. Te encontré rodeada de libros, Ruth, metida en la cama doble de una habitación de hotel, el cual llevaba cerrado todo el invierno. Un pequeño incendio producido en el último piso del hotel, lo mantenía así, inutilizado, como creías estar tú. Aún no habían empezado las obras y eso te permitía disfrutar de la primera planta y del vestíbulo a tu antojo. Eso era lo que considerabas en ese momento tu único hogar. No había más luz que la que entraba por los ventanales, pero hacía ya tres años que vivías en una noche eterna, y apenas te dabas cuenta de lo que para ti eran sólo detalles.