Esta web, cuyo responsable es Bubok Publishing, s.l., utiliza cookies (pequeños archivos de información que se guardan en su navegador), tanto propias como de terceros, para el funcionamiento de la web (necesarias), analíticas (análisis anónimo de su navegación en el sitio web) y de redes sociales (para que pueda interactuar con ellas). Puede consultar nuestra política de cookies. Puede aceptar las cookies, rechazarlas, configurarlas o ver más información pulsando en el botón correspondiente.
AceptarRechazarConfiguración y más información

Antonio Rodríguez Santos

¿Nunca has sentido que eres un mero espectador en todo lo que pasa ante tu puñetera cara ¿Nunca te has visto en medio de una conversación sin que nadie se percate de tu presencia Como si simplemente fueses un figurante más en un mal telefilm… pues esa era mi vida. Siempre.
Soy Guillermo Giménez Querejeta, Giménez con G… aunque todo el mundo me llama Querejeta, por eso de ser un apellido más vasco o ante la duda de una posible falta ortográfica… Fui un niño adorable, virtud que perdí con el paso de los años, los cuales me condujeron irremediablemente a ser un adolescente más… de esos con acné y sin besos. Universitario mediocre, acabé convirtiéndome en esto que hasta ahora tanto aborrezco: un útil Ingeniero Informático sin vida ni sueños.
Hace unos meses comenzó esta historia. La vida me hallaba… o yo me estampaba contra ella. No lo sé. Día cero: en la oficina, por fin llegaron las tan ansiadas 6 de la tarde. Las manillas del reloj, erectas y joviales en esa hora bendita, desperezaron nuestra alma de currillos: pese a la crisis… fin de la jornada. Un día menos de vida, un día más en la nómina. Bajé al garaje, en la primera plaza de estacionamiento, una mancha de aceite rojizo buscaba el alcantarillado del pasillo central. ¡Un momento! ¡No era aceite!
Un blanquecino brazo izquierdo, vestido con un reloj de titanio, asomaba fuera de aquel habitáculo. Por él goteaba ya poca sangre, fuente causante a aquel cauce maldito… la muñeca, amoratada, indicaba un forcejeo que tal vez impidiese al ocupante salir del vehículo. Dentro: Gorrichategui cadáver. Yo me encargaba de las copias de seguridad del correo electrónico de todos los empleados de la empresa. Sabía que era ilegal adueñarme de esos ficheros y que no debía entrometerme en los buzones de nadie…
Tras mi pantalla se abrió un camino, una luz… y un misterio con el que llenar mi mísera existencia.
¿Quién mató a Ricardo Gorrichategui Y sobre todo… ¿por qué Demasiadas piezas sueltas en este puzle adictivo, misterioso e irreal. Lo más escabroso y dantesco de la sociedad, sin altas ni bajas esferas, pues todos los hombres comparten los mismos vicios y vehemencias… tantas cosas en tan poco tiempo… y cuánto más averiguaba, más dudas … drogas, putas… risas… facturas, tarjetas de crédito, apretones de mano… incluso niñas y enfermos señores técnicamente dignos derramando su semen, germen de malicia, sobre inocencias perdidas… una bomba mediática… un secreto, un proyecto y una mirada perdida que esconde ciegamente verdades que es mejor no destapar…
¡Bienvenidos al Proyecto Panorama!... una obra ficticia, de intriga, misterio, acción… y todas esas cosas que gustan vivir en tercera persona para olvidar lo cotidiano de la vida mientras vamos en metro.