A punto de llegar a los treinta años, Nemo lleva cansado de su vida más de diez. Trabaja en una oficina y vive en un piso de alquiler que se lleva todo el dinero que recibe por su trabajo. Odia a sus jefes, odia a la gente que le rodea, odia las reglas del juego de una sociedad diseñada, a todas luces, para el beneficio exclusivo de una minoría sin rostro e inalcanzable. Ninguna de las opciones que se le ofrecen dentro del mundo en el que vive, le hace abandonar la idea de que, con solo treinta años, lo único que puede esperar del futuro es una cuesta abajo continua hacia la chochez y la rutina desesperante. Por eso lo deja todo y se larga. Abandona el trabajo, su casa, su familia y amigos, y embarca para oriente buscando satisfacer así su necesidad de vivir. Tailandia será la puerta de entrada a esa otra dimensión sujeta a nada más que a sí mismo -en medio de una corriente de locura de los sentidos-, sin ninguna organización, burocracia, banco, concepto social ni ética preconcebida que pueda limitar su necesidad frenética de sentir que ha nacido para algo más que para mandar un fax, animar a un equipo de fútbol o rezar para no ser despedido.
La vida le espera en la espesura de la jungla…