Un camarero suicida, el submundo de las colonoscopias, la desazón de encontrar un regalo de cumpleaños, la tristeza de mujeres contempladas en la niñez, la trágica desgracia de bailar canciones de The Cure, … Al fin y al cabo, los trazos, quizá indignos o monstruosos, que como teselas configuran el cielo. Un cielo que representa el amor no como experiencia sentimental sino como la brutal necesidad de ausencia de indiferencia, lo cual, quizás, no garantiza su virtud, ni la felicidad ni la esperanza, pero que dibuja el mapa de lo real más allá de su representación interesada y meliflua.
El conjunto de relatos que se reúnen bajo el título de Cosas que nos hace el amor mientras intentamos pintar el cielo, ahonda en las paradojas de este amor necesario, brutal, grosero o grotesco, a través de historias que se quieren descarnadas para desenmascarar la faz de un mundo siempre inalcanzable del que tan sólo somos capaces de perfilar unos trazos.