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zikali

bubok.es/"> MM busca un tesoro ante la perentoria muerte.

El mapa no está en un pergamino sino en su confusa memoria. Debe examinar recuerdos dolorosos, como el incendio de su pueblo, la represión de la dictadura militar, la partida de su pareja en la juventud, un intento de suicidio y las peripecias del jóven asesino. Y superar las etapas por las que pasaron su vida y las riquezas.

MM escucha dentro de su cabeza una frase mientras viaja en el tren a su trabajo. Junto a ésta llegan otros enunciados e imágenes que lo aturden. En el descanso comienza a transcribir esas visiones. Se obsesiona con estos recuerdos y vislumbra un tesoro fabuloso en la casa donde iba de niño en siestas prohibidas.

Él tiene 50 años y vive solo. Es adicto a los medicamentos. También mira películas viejas y pornográficas y se aficiona a los videojuegos.

Aquél descubrimiento y una adolescente embarazada le brindan esperanzas cuando su enfermedad lo arrasa y los delirios lo desesperan.

Forman parte de la trama un muerto, un pueblo seco y lejano, un brujo, dos amores, el fin de la infancia, un adolescente marginal y la edad de la decadencia. Todo girando alrededor del tesoro.

No hay un guión predeterminado (plot) sino que se desarrolla a partir de imágnes y/o frases, lo que conlleva que la trama fluya con naturalidad y lógica y no por capricho del autor ni con vueltas de tuerca forzadas.

Varía en un capítulo, el del asesino, aquí se utiliza el vocabulario de los marginales
Se describen sucesos cotidianos que parecen intrascendentes pero luego cobran importancia.

El lector entrenado puede descubrir entre líneas tanto a Bukowosky, como a Bolaños, a Levrero a Joyce y a Saer. No es que me parezca, sino que su influencia ha hecho mella en mis escritos.

Al igual que el protagonista mi cabeza estaba llena de frases e imágenes. Pero me resultaba imposible darle un marco que las contuviera. Algunas observaciones de Ricardo Monti, algún libro de Amis, otro de Levrero, párrafos del Ulises terminaron de cuajar la idea que llevaba tres años madurando. Cuando me despojé de prejuicios y pruritos escribí sin parar durante seis meses. Incluso relatos que ya tenía bosquejados (como el del Asesino y el del Vendedor) fueron sometidos con éxito a esta metodología. Lo que me sucedía a mí le sucedía al protagonista. Por eso sé que es un producto auténtico y por completo original.

El título pertenece a un poema de Cesar Vallejo