La acción transcurre durante los últimos años de la dinastía nazarí en Al-Andalus, término de la presencia musulmana en la Península, iniciada en el año 711 cuando Tarik desembarca con los bereberes en Gibraltar acudiendo a la llamada de socorro de Agila, hijo del difunto Witiza, a cuya muerte le sucedió en el trono Rodrigo. Agila, considerándose con derecho a la corona, pidió auxilio a Musa, gobernador del Norte de África quien, no muy entusiasmado, envió en su nombre a su lugarteniente. El declive de Al-Andalus tuvo su origen en la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212, donde los almohades sufrieron una estrepitosa derrota frente a las tropas cristianas al mando de Alfonso VIII de Castilla. La novela narra la historia de Isabel de Solís, la joven y hermosa hija del gobernador del castillo de Martos (Jaén), Sancho Jiménez, que fue secuestrada durante una de las numerosas razias de las tropas del sultán por tierras de la frontera y regalada como esclava al monarca nazarí de Granada, Muley Hacén, padre de Boabdil. Las razias se deban lo mismo en el bando cristiano que en el musulmán y el objetivo no era otro que el de obtener rehenes para cambiarlos por dinero o víveres. El sultán se enamoró perdidamente de Isabel, que pasó a ser su favorita y, luego de convertirse al Islam con el nombre de Zoraya, se casó con ella tras repudiar a su legítima esposa, Aixa, madre de Boabdil. Muley Hacén y Zoraya tuvieron varios hijos, uno de los cuales, Saad, fue considerado por Aixa como un claro rival de Boabdil al trono de Granada, lo que provocó el inicio de una sangrienta guerra civil. La novela es una apasionante historia de amor, odio y violencia que se desarrolla, principalmente, en La Alhambra, Granada, Túnez, Fez y Salobreña, en cuya fortaleza pasó Muley Hacén los últimos meses de su vida y en la que murió en 1485. Es el fruto de muchos meses de trabajo de investigación, entrevistas, viajes, visitas y consultas a archivos y fondos históricos, todo lo cual me ha permitido construir la historia novelada de mi heroína, pero sustentada por los hechos históricos. A lo largo de la novela desfilan personajes como la citada Aixa y sus intrigas para conservar el poder a toda costa después de haber sido repudiada; Ibn-as-Serraj, patriarca de los llamados abencerrajes, confabulado con Aixa para lograr los fines; Boabdil, el último sultán granadino, cuya decisión final sigue siendo motivo de controvertidas interpretaciones sobre su debilidad de carácter y su visión como estadista; fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada y contrapunto amable de la violencia desatada por el cardenal Cisneros con su implacable persecución del Islam y del judaísmo; El Zagal, hermano de Muley Hacén y gobernador de Málaga, que se enamoró de su cuñada Zoraya nada más conocerla y guardó en silencio su amor hasta que ella quedó viuda, personaje que ocupa la segunda parte de la novela, y, en lugar destacado, Sora, la amiga y fiel servidora de mi heroína y que tan relevante protagonismo desempeña en la novela como narradora de la historia. Como es natural, también aparecen otros personajes históricos, como Juan II, su hijo, Enrique IV, la hermana de éste, Isabel I, y su esposo, Fernando V de Aragón. El texto está salpicado de anécdotas, como la partida de ajedrez que mantuvo el que sería sultán Yusuf III con su verdugo en la fortaleza de Salobreña y cómo el juego no sólo le salvó la vida sino que le proporcionó el trono de Granada. Zoraya no es una leyenda, sino una historia real, aunque escasamente tratada por los escritores, quizá, por falta de documentación o de interés. En la novela se describe cómo Zoraya desempeñó un papel muy importante en el reino nazarí: persuadió al sultán para que la mujer accediera a lo que hoy llamamos universidad y tuviera protagonismo en la sociedad de la época, e influyó para que la poligamia dejara de estar bien considerada en Al-Andalus, lo que hizo de Granada un reino singular. También se relata la decapitación del joven príncipe Yusuf, hermano de Boabdil, a manos de un mizuar, en Almería, a causa de la confusa y excedida interpretación de una orden de su tío, El Zagal. Cómo y por qué el pico más alto de la península de llama Mulhacén, y otras muchas más anécdotas. El hijo mayor del matrimonio entre Muley Hacén y Zoraya, Saad, tenía tanto derecho al trono como el primogénito del sultán, Boabdil, lo que provocó el recelo infundado de Aixa, su madre, quien, afrentada como sultana y humillada como mujer, incitó a la rebelión a los granadinos y, si no llega a ser por la renuncia voluntaria de Zoraya al derecho que asistía a su hijo, se habría encendido una guerra civil el mismo día en que se celebraba su casamiento con el sultán. Zoraya renunció por amor al pueblo y a su esposo, pero no pudo evitar el estallido de la guerra, que terminó con la entrega de Granada a los reyes católicos en 1492
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Las referencias históricas sobre Zoraya, o Isabel de Solís, son muy escasas, , pero esta excepcional mujer existió y con los escasos testimonios de su existencia que he podido recopilar y con las pocas referencias que he logrado obtener consultando fuentes acreditadas, he reconstruido su vida con la minuciosidad y la paciencia del arqueólogo que encuentra unas pocas teselas y redime de las ruinas un valioso mosaico, apoyada en la documentación de los hechos que sucedieron en su época y que, en la novela, narra Sora, su fiel servidora y amiga, convertida en su inseparable compañera y en testigo de primera fila de todo lo que acontece a su alrededor.
La Alhambra, el Generalife, sus estancias, fuentes y jardines, están impregnados de la esencia de Zoraya y basta con deambular por aquellos lugares y evocar su recuerdo para verla, para sentirla, para oler su fragancia de jazmín, y, lo que es más importante, para revivirla.
Aún hoy, cinco siglos después de aquella época, no es difícil advertir la presencia de Zoraya, verla pasear y conversar con Sora y deambular juntas por los jardines de La Alhambra y del Generalife. Basta con creer en ello, enamorarse de Granada y dejarse cautivar por su embrujo. Zoraya, al fin, encuentra la ansiada paz.
Emociona el realismo y la lógica de la recreación de los últimos nasríes en Granada,
personajes que han vivido y que el lector los siente auténticos. Al final de la obra, el
lector recibirá la sutil y exquisita fragancia a jazmín a jazmín, el jazmín de Zoraya, de
Granada, omnipresente en la novela.
Esta novela nos ofrece un vasto y patético fresco lleno de pormenores sobre la época de la llamada Reconquista de Granada. El suspens y el primoroso estilo nos cautivan desde el principio hasta el fin de esta novela digna de ser leída y releida.